Investigadora del Cinvestav, Laura Cházaro
Complejos cálculos de mortalidad y de vida animan, actualmente, los sistemas de seguridad social.
Empero, no fue sino hasta el siglo XIX, que se introdujo en México la noción de cuantificar. Se necesitó de la aparición de un enfoque de la medicina propicia a medir y a aceptar que los fenómenos patológicos pueden explicarse mediante frecuencias y el cálculo de probabilidades.
Este proceso, sin embargo, no estuvo exento de confrontaciones en el gremio médico en aquella época.
Al mismo tiempo, dice Laura Cházaro García, investigadora de tiempo completo en el Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), fue indispensable la conformación de una estructura burocrática entrenada para levantar censos y hacer conteos estadísticos.
En su texto “Las estadísticas médicas y la investigación científica” publicado por la Revista Ciencia de la AMC, la socióloga y doctora en filosofía sostiene que en México, a mediados del siglo XIX, fueron las urgencias prácticas de los clínicos lo que propició la introducción de estadísticas médicas, utilizadas entonces para medir la eficacia de distintos tratamientos, sobre todo, las enfermedades febriles en las que los médicos incursionaron con el método numérico.
Desde su creación en 1864, La Academia Nacional de Medicina (ANM), abrió una sección de estadística donde los médicos interesados en higiene y epidemias iniciaron la sistematización de los esporádicos informes que hasta entonces se conocían.
Fueron los higienistas de la ANM los que desarrollaron los trabajos más notables en la tarea de reunir datos estadísticos de mortalidad, al menos para la ciudad de México, argumenta.
Cházaro García asegura que fue hasta que se constituyó la Dirección General de Estadística, en 1882, cuando los datos censales que se manejaban en el país, como el número de habitantes vivos, muertos y nacidos, en el Distrito Federal y a nivel nacional, resultaban de cálculos auténticos basados en fragmentarios conteos parroquiales.
Sostiene que la energía de los médicos por producir estudios sobre la mortalidad en México no se explica únicamente por su entusiasmo para corregir las deficiencias del Estado para proveer cifras de la población. Para estos médicos, asegura, formar cuadros estadísticos era ya una forma de hacer medicina, de curar a través de las mediciones.
Los higienistas, dice, cultivaron un estilo de estadísticas médicas y la investigación higiénica se caracterizó por asumir los fenómenos patológicos desde una perspectiva “colectiva”; es decir, se pensaba la enfermedad en términos de los hábitos morales y de limpieza, privados y públicos, del paciente.
Así, añade, los intercambios con el medio ambiente, en términos de limpieza y contaminación, se volvieron datos médicos para explicar posibles enfermedades de la vida colectiva, de las ciudades.
De esta manera, los miasmas o fluidos pútridos emanados por pantanos o por la población podían propiciar y explicar epidemias. La humedad, la altitud y otros fenómenos ambientales eran causa de patologías en ciudades, en ciertos grupos de edad y en un sexo u otro, subraya.
Cházaro García cuya principal línea de investigación es la historia de la ciencia y de la medicina en los siglos XVIII y XIX, desde una perspectiva culturalista y de género, afirma que los médicos partidarios de las estadísticas creían entonces que los cuadros podían servir para determinar las causas de las enfermedades, especialmente, las epidemias.
Si se indagaba la influencia estacional sobre la mortalidad, un cuadro podía mostrar la relación entre las enfermedades y las muertes con respecto al clima. “Los cuadros, al final de cuentas, ofrecían orden a la diversidad de accidentes de la enfermedad, convirtiéndola en un terreno legible, regular y controlado”.
La especialista sostiene que al finalizar el siglo XIX, el análisis estadístico, lejos de ser un mero método, se convirtió en el lenguaje de la ciencia médica.
En el caso de la higiene, procedía por cuadros de frecuencias buscando las causas de las enfermedades, al tiempo que esperaba encontrar ahí los medios para intervenir en ellas; en el caso de la investigación, brindaría sus herramientas para validar los resultados experimentales de los primeros laboratorios del país, concluyó.
Los métodos cuantitativos se introdujeron en la medicina mexicana en el siglo XIX
Complejos cálculos de mortalidad y de vida, animan los sistemas de seguridad social actuales
Considerada hoy como una herramienta indispensable en la medicina científica, la estadística no fue bien recibida desde un principio como parte de la investigación médica; sin embargo, al paso de los años, esta rama de las matemáticas pasó a ser imprescindible y es, ahora, impensable que pueda estar fuera de las investigaciones biomédicas toda vez que puede medir desde el comportamiento de las epidemias, hasta la suceptibilidad de una población a patologías diversas.Complejos cálculos de mortalidad y de vida animan, actualmente, los sistemas de seguridad social.
Empero, no fue sino hasta el siglo XIX, que se introdujo en México la noción de cuantificar. Se necesitó de la aparición de un enfoque de la medicina propicia a medir y a aceptar que los fenómenos patológicos pueden explicarse mediante frecuencias y el cálculo de probabilidades.
Este proceso, sin embargo, no estuvo exento de confrontaciones en el gremio médico en aquella época.
Al mismo tiempo, dice Laura Cházaro García, investigadora de tiempo completo en el Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), fue indispensable la conformación de una estructura burocrática entrenada para levantar censos y hacer conteos estadísticos.
En su texto “Las estadísticas médicas y la investigación científica” publicado por la Revista Ciencia de la AMC, la socióloga y doctora en filosofía sostiene que en México, a mediados del siglo XIX, fueron las urgencias prácticas de los clínicos lo que propició la introducción de estadísticas médicas, utilizadas entonces para medir la eficacia de distintos tratamientos, sobre todo, las enfermedades febriles en las que los médicos incursionaron con el método numérico.
Desde su creación en 1864, La Academia Nacional de Medicina (ANM), abrió una sección de estadística donde los médicos interesados en higiene y epidemias iniciaron la sistematización de los esporádicos informes que hasta entonces se conocían.
Fueron los higienistas de la ANM los que desarrollaron los trabajos más notables en la tarea de reunir datos estadísticos de mortalidad, al menos para la ciudad de México, argumenta.
Cházaro García asegura que fue hasta que se constituyó la Dirección General de Estadística, en 1882, cuando los datos censales que se manejaban en el país, como el número de habitantes vivos, muertos y nacidos, en el Distrito Federal y a nivel nacional, resultaban de cálculos auténticos basados en fragmentarios conteos parroquiales.
Sostiene que la energía de los médicos por producir estudios sobre la mortalidad en México no se explica únicamente por su entusiasmo para corregir las deficiencias del Estado para proveer cifras de la población. Para estos médicos, asegura, formar cuadros estadísticos era ya una forma de hacer medicina, de curar a través de las mediciones.
Los higienistas, dice, cultivaron un estilo de estadísticas médicas y la investigación higiénica se caracterizó por asumir los fenómenos patológicos desde una perspectiva “colectiva”; es decir, se pensaba la enfermedad en términos de los hábitos morales y de limpieza, privados y públicos, del paciente.
Así, añade, los intercambios con el medio ambiente, en términos de limpieza y contaminación, se volvieron datos médicos para explicar posibles enfermedades de la vida colectiva, de las ciudades.
De esta manera, los miasmas o fluidos pútridos emanados por pantanos o por la población podían propiciar y explicar epidemias. La humedad, la altitud y otros fenómenos ambientales eran causa de patologías en ciudades, en ciertos grupos de edad y en un sexo u otro, subraya.
Cházaro García cuya principal línea de investigación es la historia de la ciencia y de la medicina en los siglos XVIII y XIX, desde una perspectiva culturalista y de género, afirma que los médicos partidarios de las estadísticas creían entonces que los cuadros podían servir para determinar las causas de las enfermedades, especialmente, las epidemias.
Si se indagaba la influencia estacional sobre la mortalidad, un cuadro podía mostrar la relación entre las enfermedades y las muertes con respecto al clima. “Los cuadros, al final de cuentas, ofrecían orden a la diversidad de accidentes de la enfermedad, convirtiéndola en un terreno legible, regular y controlado”.
La especialista sostiene que al finalizar el siglo XIX, el análisis estadístico, lejos de ser un mero método, se convirtió en el lenguaje de la ciencia médica.
En el caso de la higiene, procedía por cuadros de frecuencias buscando las causas de las enfermedades, al tiempo que esperaba encontrar ahí los medios para intervenir en ellas; en el caso de la investigación, brindaría sus herramientas para validar los resultados experimentales de los primeros laboratorios del país, concluyó.
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