En conferencia de prensa, los más altos dirigentes de la AMC: el doctor José Franco y la doctora Blanca Jiménez, presidente y vicepresidenta respectivamente; así como los doctores José Luis Fernández Zayas, director general del Sistema Nacional de Investigadores y Alejandro Nadal, investigador de El Colegio de México, analizaron los resultados del estudio de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de la ONU (OMPI) y la escuela de negocios INSEAD, que coloca a México en el lugar 79 en su capacidad de innovación entre 141 países.
José Franco señaló que la virtud del ranking radica en que la relación entre la inyección de recursos y su salida como productos, riqueza o satisfactores; indica qué tan bien preparado está un sistema para transformar en desarrollo económico su inversión.
Consideró relevante revisar la posición histórica de México en esta clasificación, desde el 2007 a la fecha, pues “vemos cuál es el derrotero que ha tenido la economía, y el impacto de nuestro sistema de ciencia y tecnología en el desarrollo del país”.
En la primera evaluación, México ocupó el lugar 37 de una lista de 107 países; en la de este año, el descenso alcanzó el puesto 79 de un total de 141 naciones.
Por otro lado, la baja posición de México podría explicarse, indicó Franco, por las actividades que identifican como innovaciones las empresas líderes del país, como lo mostró recientemente la revista Information Week, la cual dio a conocer a las 50 más innovadoras en 2012.
Estas empresas se enfocan a “mejorar sus sistemas administrativos y no a generar productos de innovación para la sociedad”, destacó, y agregó que aunque es un rubro fundamental al inicio de cualquier cadena productiva para agilizar la toma de decisiones, “no se pueden quedar ahí”.
Por su parte, Blanca Jiménez Cisneros, experta en recursos hídricos, sostuvo que el tema del cambio climático plantea desde hace tiempo la necesidad de transformaciones y para ello se requiere de la innovación. “En países como el nuestro, si desde ahora no utilizamos fondos verdes, al final vamos a quedar mucho más dependientes y este es un riesgo que debemos evitar”.
A los tomadores de decisiones dijo, habría que darles cursos de capacitación para que conozcan qué es la innovación y en qué deben usarla, y crear una legislación para que las licitaciones públicas otorguen puntos adicionales a las que utilicen tecnología nacional.
La vicepresidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, destacó que los datos de innovación raramente aparecen desglosados por género. “Las mujeres no debemos quedar atrás, como de costumbre, y desde ahora, que se está abriendo este tema a discusión, debería haber programas que apoyen las innovaciones que realizan las mujeres”.
Por su parte, José Luis Fernández al referirse al estudio de la OMPI y de INSEAD, dijo que revela cuál es la capacidad nacional para la innovación.
“Comparadas estas capacidades con las de otros países, el estudio nos dice que estamos mal, pero si nos comparamos con naciones con un nivel educativo, económico y político por debajo al de México, revela que nuestra capacidad de innovación es inferior; lo que es peor, es que ese número (79, del Ranking Global de Innovación) se está deteriorando”.
Indicó que las inversiones que se hacen en el país para mejorar su competencia, en general son financiadas por la explotación de recursos naturales, particularmente el petróleo. Esto podría sugerir –dijo- que tenemos muchos recursos naturales y esto no es totalmente cierto.
“Si analizamos la disponibilidad de alimento para los mexicanos, por ejemplo, hay algunos rubros en los que somos brutalmente dependientes del exterior”, dijo y añadió que respecto a la falta de capacidad competitiva de México tiene que ver con los indicadores económicos y éstos a su vez con infraestructura, la satisfacción de las necesidades básicas y las previsiones de futuro.
“En general no sabemos qué vamos hacer con la infraestructura, no tenemos planes, los partidos políticos tampoco los tienen”.
En su exposición Alejandro Nadal señaló que “hace 25 ó 30 años en este país, algunos tomaron la decisión de restringir el papel del Estado como rector u orientador del proceso de desarrollo y se optó por decir que las fuerzas del mercado lo hacen mejor”.
Agregó que quienes difundían esa política “inclusive ponían como ejemplo a países como Corea del Sur o Taiwán diciendo que a ellos les ha ido muy bien por las fuerzas del mercado”.
Lo anterior lo calificó como mentira porque esos países –indicó- justo lo que no hicieron en la segunda mitad del siglo XX fue dejar que su economía la orientara el sector privado o las fuerzas del mercado; sino al contrario, el papel del Estado fue crucial.
Apuntó que si se revisa el gasto que se hizo en investigación científica y en educación media y superior a lo largo de 40 años, se verá por qué Corea tiene el desempeño exportador que hoy posee y por qué Taiwán también tiene esa capacidad de innovación.
Nadal Egea reconoció que lo que han hecho esos países, a diferencia de México, es construir una plataforma para “poder generar endógenamente una capacidad de innovación”. Además de que “las fuerzas del mercado por sí solas no nos están llevando a algo que se parezca al desarrollo, más bien tenemos un atraso muy fuerte en muchas dimensiones de la vida nacional, y por ello, hay un rumbo estratégico que hay que retomar”.
Por otro lado, hizo hincapié en que la Secretaría de Hacienda es la que fija el gasto en ciencia y tecnología y comparó dos cifras. “Se invierte el 0.44 % del Producto Interno Bruto en investigación y desarrollo experimental, y por otro lado, en requerimientos financieros del sector público, que son por ejemplo el rescate bancario (Fobaproa) o el rescate carretero (Farac), se invierte el 3.2% del PIB”.
Por ello –dijo– no se está haciendo justicia a los jóvenes en México, porque la prioridad es el sector financiero, con lo que se le da la espalda a la salud, educación, vivienda y bienestar.
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