Olvidemos el debate de austeridad contra crecimiento, el futuro de la moneda única se juega en el sector bancario. Porque con la crisis, los Estados y las entidades se han vuelto tan interdependientes que acaban por debilitarse mutuamente.
Caroline de Gruyter
El crecimiento económico no se puede sacar de un sombrero, como por arte de magia y, sin duda, no sin dinero para las inversiones. Por este motivo, Daniel Gros está sorprendido por la forma con la que los políticos europeos, encabezados por el nuevo presidente francés, insisten en una única palabra: crecimiento.
Según el economista del grupo de expertos bruselense CEPS, la discusión de "austeridad contra crecimiento" es un "falso debate" con el que no se avanza ni un paso en la solución a la crisis del euro. El auténtico debate, comenta, debería ser sobre los bancos, en especial los de Europa del Sur, cuya situación es mucho peor de lo que se pensaba.
"Los bancos griegos y españoles se asientan sobre una creciente montaña de deudas", explica Gros. "Sólo Europa puede salvarles, pues los Gobiernos griego y español son demasiado débiles. Es un problema europeo de gran importancia".
Quitas
El año pasado, tras una fuerte presión política, los bancos europeos aceptaron "quitas", es decir, un abandono de la deuda del Estado griego. Desde entonces, estos mismos bancos se retiran de la parte meridional de la eurozona, antes de las siguientes quitas. Los inversores extranjeros han abandonado masivamente España, Italia y Portugal. En Grecia ya ha comenzado la siguiente fase: incluso los griegos depositan su dinero en el extranjero. Según Gros, esta fuga de capitales es enorme. "Cuatro, cinco, seis mil millones de euros al mes. Nadie puede detenerlo".
Esta evolución va acompañada de otra, al menos igualmente nefasta: debido a la salida de los bancos de Europa del Norte, los de Europa del Sur se hunden cada vez más en las deudas. Porque esas mismas obligaciones del Estado de las que se zafan los inversores extranjeros, las compran precisamente los bancos de Europa del Sur. Lo hacen bajo la presión de sus Gobiernos, pero también porque esto les permite ganar dinero. A cambio de este favor, los Gobiernos contraen a su vez nuevos préstamos con los bancos, a tipos de interés ventajosos para los bancos.
Incluso tipos de interés muy ventajosos. El pasado invierno el Banco Central Europeo aceptó conceder créditos baratos por valor de un billón de euros, para mantener los intercambios de préstamos europeos. Los bancos de Europa del Sur utilizan muy a menudo estos créditos, a un tipo de interés del 1%, para sus préstamos a los Gobiernos que les reportan un 6% o más. Un acto de patriotismo que les permite ponerse las botas. Esto parece ser la solución, pero provoca una dinámica nefasta: los bancos y los Gobiernos se vuelven tan interdependientes, que se debilitan mutuamente.
Para Daniel Gros "los bancos griegos están totalmente hundidos". Parece un problema nacional. Pero es una ilusión óptica. Porque, ¿qué ocurre si de repente los bancos del Sur no devuelven (no pueden devolver) sus préstamos al BCE? "Con el euro, todos estamos en el mismo sistema", explica Thierry Philipponnat, del grupo de presión Finance Watch.
El BCE, somos nosotros, indirectamente. Todos nosotros. Los demás países de la eurozona tendrán que acudir al auxilio si las cosas se tuercen en Europa del Sur, simplemente para salvar la unión monetaria europea. Por este motivo, el BCE está muy presionado por parte de Alemania y de Países Bajos para que detenga estos préstamos a buen precio. El mercado financiero interior constituye el fundamento del euro. La fuga de capitales del Sur hacia el Norte perjudica este tejido. "La integración financiera de Europa retrocede por primera vez desde el comienzo de los años 80", explica Ignazio Angeloni, consejero del BCE en Francfort.
"Détricotage"
Los franceses tienen un término muy adecuado para ello: détricotage (destejer). Los bancos se retiran tras sus fronteras como una prenda tricotada de la que se deshacen los puntos: para ser más fuertes en un país, dejan de conceder muchos préstamos a otro país. Los bancos centrales son más estrictos en el Norte que en el Sur.
"De repente, la geografía desempeña una función clave", señala el miembro del grupo de presión Philipponnat. Así lo destacó un banquero londinense recientemente, durante la visita de una delegación china. La primera pregunta de los chinos fue: "¿Cómo podemos distinguir un billete de euros griego de uno alemán?".
Muchos afirman que sólo una unión bancaria europea puede librar a los bancos y a los Gobiernos de esta opresión asfixiante. Una unión bancaria con un fondo de rescate creado por los propios bancos, de modo que los Gobiernos ya no estén obligados a compensar las quiebras. Esto permitiría resolver el dilema actual de "too big to fail" [demasiado grande para quebrar], con el que los grandes bancos se pueden permitir hacer cualquier cosa, porque están seguros de que el Gobierno les salvará cuando su situación sea negativa. Si los que sufren son ellos mismos, evaluarán los riesgos de forma diferente.
Supervisión europea
La Comisión Europea ha preparado una propuesta. Pero hace dos años que se retrasa su publicación porque los Estados miembros no quieren que se lleve a la práctica. Porque eso conllevaría una gran supervisión europea, lo que equivaldría a una transferencia de soberanía nacional, que para muchos países representa un asunto difícil o un tema tabú.
Europa no deja de dar vueltas. Como los Gobiernos no quieren un sistema europeo sólido de normativa financiera, aumenta el riesgo de que al contribuyente le endosen las facturas europeas, en forma de acciones de rescate devoradoras de miles de millones de euros. Y entonces queda muy poco dinero para estimular el crecimiento económico, por el que tanto aboga actualmente François Hollande.
"La mayor amenaza para la estabilidad financiera de Europa es el hecho de que algunos países de la eurozona los financian bancos que, si corren el riesgo de quebrar, dependen de los Gobiernos a los que prestan dinero", explicó recientemente Philipponnat en una conferencia organizada por el BCE. "Todos sabemos que esto no puede funcionar".
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