Philip Campbell, director de la revista 'Nature'
Por las manos del director de Nature y de todo su grupo de publicaciones, Philip Campbell (1951), han pasado artículos que han hecho historia, como los de la oveja Dolly, el agujero de la capa de ozono y la transmisión del virus de la gripe aviar, que fue vetado por el Gobierno de EE UU.
Ahora se enfrenta a un nuevo panorama, el de las publicaciones de acceso abierto en la Unión Europea. Campbell hablado del presente y futuro de Nature y la investigación de alto nivel.
Desde hace 17 años es director de Nature, pero antes se doctoró en Física de la atmósfera y fundó otra revista…
Sí. Empecé en Nature en 1979, a partir de 1982 fui el editor de ciencias físicas y en 1988 me fui para fundar Physics World. Finalmente en 1995 volví a Nature como director.
En mi primera etapa recibí el descubrimiento del agujero de la capa de ozono y el de las buckyesferas de fullereno C60.
Me encantaban estos hallazgos fundamentales, eran fáciles de tratar porque los referees siempre estaban de acuerdo y podía publicarlos sin dudar.
Justo después de volver a Nature publicamos el nacimiento de la oveja Dolly.
Aquello fue maravilloso, ciencia del mejor nivel y, aunque los especialistas lo esperaban, para el resto de la gente parecía profundamente nuevo.
Un poco antes de incorporarme como director, Nature publicó el hallazgo del primer planeta extrasolar girando alrededor de otra estrella.
Mis artículos favoritos probablemente sean esos.
Ah, y también el genoma humano.
Se trataba del proyecto más masivo que se había hecho nunca y publicarlo supuso una satisfacción, pero los otros fueron más inesperados y por ello más excitantes. ¿Cuando le ponen sobre la mesa resultados de tal calibre, se da cuenta desde el principio de la importancia que tienen?
No siempre.
Con cada uno de ellos trabajamos de una manera diferente.
Ante el fullereno y el primer exoplaneta pensé inmediatamente: “esto es un descubrimiento fundamental”.
Con la oveja Dolly supe enseguida lo que tenía delante, pero no el impacto que alcanzaría.
Era el primer mamífero, el animal más cercano al humano que se había conseguido clonar, y la preocupación que creó en la opinión pública fue inesperada.
El agujero de la capa de ozono estaba menos claro, las mediciones eran sorprendentes pero no entendíamos de verdad qué era ni cómo se comportaría.
Se convirtió en un artículo icónico porque fue el primer ejemplo real de la influencia del hombre en la atmósfera.
Gracias a él se pudieron tomar iniciativas para frenar el daño, pero no teníamos ni idea de lo que iba a suponer en aquel momento.
¿Por qué ponen tan difícil publicar en Nature?
Rechazamos el 92% de los trabajos que recibimos.
Para que publiquemos un estudio, debe ser auténticamente extraordinario y en ciencia producir algo original es muy difícil.
Muchas veces no se puede planear, hay que tener la suerte de encontrarlo.
Otra poderosa razón es que insistimos en que el resultado esté muy bien fundamentado.
Solemos sugerir a los científicos que vuelvan a trabajar una y otra vez sobre su estudio para que sea aplicable en un sentido amplio y tenga mayor impacto.
Tenemos reputación de conservadores porque queremos estar seguros de que lo que publicamos es consistente. ¿Nature sigue siendo la revista científica más influyente en el mundo?
Creo que sí.
Nuestras publicaciones son las más citadas y tenemos el factor de impacto más alto entre las revistas de ciencias naturales, que se mide por la cantidad de veces que se nos cita en la literatura científica.
Pero me gusta pensar en más criterios.
Cuando repaso los artículos un par de años después, hay muchos que me encantan independientemente de su número de citaciones, como los de evolución, artefactos del neolítico y restos de la Europa antigua. ¿Además de medir el factor de impacto clásico de la revista, tienen algún indicador de su influencia en internet?
En la web podemos medir las descargas de nuestros artículos, pero no tenemos manera de compararlas con las de otras publicaciones.
Aunque sabemos que nuestra cobertura en la blogosfera y en Twitter es muy amplia, no nos hemos comparado con otras revistas. ¿Cómo se ha adaptado Nature a la era web?
Creo que la esencia de Nature no cambiará fácilmente pase el tiempo que pase.
Nuestros criterios para escoger artículos no han cambiado en absoluto.
No tenemos un consejo editorial, los editores siempre hemos sido los responsables de la primera selección y después, por supuesto tenemos los referees que hacen la revisión por pares.
Durante todo el tiempo que yo llevo siendo editor, y antes de que yo llegara, los principios han sido siempre los mismos. Pero en la web de Nature además de artículos científicos hay noticias, blogs, vídeos…
Sí, la web ha cambiado la manera de trabajar de los periodistas y ahora publicamos cada día on line de manera más informal, gratis para todo el mundo.
Como consecuencia, la velocidad a la que trabaja nuestro departamento de prensa es mucho más rápida.
Pero seguimos siendo una publicación mensual. ¿Se dirigen más al público ahora que antes?
No, hace unos años decidimos enfocarnos más hacia los intereses de los investigadores que a la audiencia general.
La misión de Nature en su declaración fundacional de 1869 era dual: por un lado, servir al público y por otro, servir a los investigadores.
Ahora damos más importancia a esto último porque ya hay mucha otra gente dedicada a la divulgación.
Pero en la web hay contenidos gratuitos y de libre acceso para el público y, por supuesto, sobre algunas investigaciones lanzamos notas de prensa a los medios, que se dirigen al público. ¿Cómo deciden que artículos irán acompañados por notas de prensa?
Normalmente nuestra oficina de prensa piensa en lo que puede ser interesante para los periodistas, lectores, editores de periódicos y televisiones.
Pero no siempre.
A veces divulgan un artículo porque es muy interesante desde el punto de vista científico; otras veces escogen uno menos significativo, pero muy atractivo para los gustos del público… es un ajuste natural entre lo atractivo y lo relevante.
Lo que sí puedo decir es que jamás publicamos artículos en función de la opinión de los medios.
Nuestro criterio para publicar ciencia es puramente científico.
“Soy bastante optimista sobre el futuro de los científicos españoles. Los buenos encuentran maneras de sobrevivir” ¿Nunca han publicado nada por otras razones?
Bueno, sí, por razones políticas.
Por ejemplo, publicamos un modelo epidemiológico porque en aquel momento había una epidemia en el ganado.
A pesar de que el resultado no era científicamente destacable y normalmente no se habría publicado en Nature, podía ser importante desde el punto de vista político. ¿Hay científicos que exageran sus resultados para ser noticia?
Nosotros tratamos de impedirlo.
No podemos parar los pies a los científicos que tratan de ‘vender’ sus temas a los medios, pero en nuestras notas de prensa nos tomamos la molestia de no exagerar nada y de hecho incluimos una frase para los periodistas:
“Nos hemos preocupado por no exagerar pero, si cree que lo hemos hecho, debería decírnoslo”.
A veces los científicos que publican en Nature nos piden consejo para relacionarse con medios.
Les decimos que expliquen todas las cuestiones que subyacen a los resultados y se aseguren de que los periodistas comprendan los límites de la investigación.
Y, por otro lado, vigilamos que el artículo científico en sí mismo no exagere el resultado, que también puede pasar. Intentaron durante un tiempo un sistema de revisión por pares on line. ¿Cómo les fue?
Hicimos un experimento de peer review (revisión por pares) abierta hace algunos años.
Colgábamos en la web un artículo que nos había llegado e invitábamos a todos los científicos a que enviaran sus informes de revisiones on line, que serían visibles para todo el mundo.
Después tendríamos en cuenta esas evaluaciones antes de publicarlo.
Nos encontramos con que muy pocos querían hacerlo y, los pocos que se prestaban, en general hacían revisiones muy pobres.
Si yo, como editor de Nature, le pido a alguien un peer review, suele hacer un buen trabajo porque se siente motivado, cosa que no ocurre al solicitarlo masivamente en la web.
Las buenas revisiones por pares no vienen de voluntarios on line.
Nadie quiere proclamar al mundo sus opiniones sobre el trabajo de otro en público y crearse enemigos. Hace nueve meses, el Gobierno de EE UU vetó los resultados de dos investigaciones sobre la transmisión del H5N1 en mamíferos por razones de seguridad. ¿Es la primera vez que un gobierno veta una publicación científica en su revista?
Era la primera vez que nos pasaba a nosotros pero ha habido otros casos.
Proceedings of the National Academy of Sciences recibió una llamada similar hace un tiempo y al final publicaron el artículo.
Después del caso H5N1, no hemos tenido más advertencias.
Quizá al Consejo Asesor Científico Estadounidense para la Bioseguridad le gustaría que le enviáramos ciertos papers antes de publicarlos, pero no nos lo han pedido. La ciencia asiática viene pegando fuerte. ¿Cómo está trabajando Nature en Asia?
Miramos hacia oriente como miramos a todos los países para encontrar buena ciencia allá donde esté.
Desde hace un tiempo, China ha aumentado su producción de investigaciones que tienen cabida en las revistas de Nature.
El país lleva un tiempo apoyando la ciencia y, como resultado, ahora algunos centros chinos hacen ciencia de alto nivel.
Tenemos una web NatureChina, editores que visitan el país y vamos a expandirnos allí. ¿Y qué me dice de España?
Hemos publicado artículos expresando nuestra preocupación por la situación financiera en España y su impacto en la ciencia.
Soy bastante optimista sobre el futuro de los científicos españoles.
No hablo del dinero, si no hay fondos no hay fondos, sino del talento, que está ahí.
Los científicos buenos encuentran maneras de sobrevivir y espero que eso sea lo que hagan. Todos los científicos sueñan con que Nature les acepte un artículo, pero ¿ustedes, los editores de las revistas, compiten para publicar investigaciones que les interesan?
Cuando sabemos que hay un resultado importante a punto de salir, hablamos con los autores para animarles a publicar con nosotros.
Visitamos muchísimos laboratorios y nos aseguramos de que sus científicos sepan que nos interesan.
Sí, puede que sea una competición, pero distinta a lo que se suele entender por competición.
Buscamos a la gente brillante.
Es lo que haces cuando quieres publicar la mejor ciencia del mundo. Usted ha visto en su mesa la mejor ciencia de los últimos 30 años y la creación de nuevos campos como la genómica, la nanotecnología, la biotecnología... ¿Qué cree que será lo próximo?
¡No sé adivinar el futuro!
Lo que adoro de la ciencia es lo impredecible que puede ser.
Del futuro me preocupa la presión de los jóvenes científicos por publicar sin parar, cuando ellos preferirían tomarse el tiempo necesario para elaborar bien sus resultados.
Muchos jóvenes tienen supervisores que solamente consiguen financiación si publican.
No es nada sano. ¡Pero así funciona el sistema de las carreras científicas!
Así es el sistema ahora mismo, tiene razón.
¿Pero qué es preferible, hacer algo rápido o esperar a tener algo bueno?
El sistema dice que debes publicar, trabajar duro y deprisa; es muy competitivo.
Los investigadores pasan épocas en las que tienen que invertir todo su tiempo en el trabajo, así es.
Pero nadie debería animar a un doctorando a que publique antes de estar preparado, porque si algo puede ir mal, irá mal.
Imagina que los editores de Nature leen tu estudio, piensan que tiene buena pinta, lo revisan y publican.
Alguien más replica tu experimento y descubre que tu resultado era accidental.
No lo supiste porque no hiciste esa última prueba adicional.
Ya está ahí la ley de Murphy.
No hay que tener prisa por publicar.
La semana pasada, la Comisión Europea anunciaba que a partir de 2014, la información científica producida con dinero de la UE tendrá que publicarse con acceso abierto.
Tras conocer esta noticia, Philip Campbell comena la repercusión que tendrá para Nature y otras revistas científicas cuyo acceso es de pago.
Hay dos opciones.
Por la vía dorada, el autor paga para que todos los lectores tengan acceso inmediato a la versión completa publicada.
Para Campbell esta sería la mejor opción:
“Personalmente, me gustaría que Nature permitiera a los autores la vía dorada, pero la tasa que pagaría el autor por la publicación tendría que ser alta”.
Por la vía verde, el autor no paga, y la versión final, después de la revisión por pares, se deposita en un repositorio después de un período de embargo que, “en el caso de Nature, y para todas las revistas del grupo editorial Nature, es de 6 meses”, aclara Campbell.
El editor no parece inquieto por la política de open access: “Creo que la mayoría de las agencias de financiación y la Comisión Europea aceptarán una mezcla de la vía dorada y la verde y, sobre esa base, Nature y las demás revistas del grupo ya son compatibles”.
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