VIENA (AFP)Las primeras palabras de la joven austríaca que apareció en 2006 después de pasar ocho años cautiva en un búnker subterráneo fueron inquietantemente similares a las de la estadounidense Amanda Berry, quien pidió auxilio al 911 el lunes tras escapar de un secuestro de 10 años.
"Mi nombre es Natascha Kampusch. Usted debe haber oído hablar de mi caso", dijo la joven austríaca a la incrédula policía más de tres mil días después de desaparecer cuando iba a la escuela.
"Yo soy Amanda Berry. Me secuestraron y he estado desaparecida durante diez años. Estoy libre ahora", dijo Berry, hallada el lunes en Cleveland, Ohio (norte de EEUU), junto con otras dos mujeres desaparecidas por varios años, según una grabación de su frenética llamada al número de emergencias 911.
En uno de los casos más notorios de secuestro, el ingeniero de telecomunicaciones desempleado Wolfgang Priklopil raptó a Kampusch de una calle en Viena y la metió en una furgoneta el 2 de marzo de 1998.
Luego encerró a la niña de 10 años en una habitación subterránea de menos de seis metros cuadrados que había construido debajo del garaje de su casa en las cercanías de Strasshof.
Le dijo a Kampusch que las puertas y ventanas de su calabozo eran trampas explosivas y que su familia se había olvidado de ella.
Durante los años siguientes, Priklopil la golpeó varias veces, le dio muy poco de comer - a veces nada durante días - y abusó de ella una vez que llegó a la pubertad.
"Nunca grité... Mi cuerpo no podía gritar. Era un grito silencioso", dijo Kampusch, ahora de 25 años, a principios de este año sobre su terrible experiencia.
Aprovechando un lapsus momentáneo de atención de Priklopil, que estaba hablando por su teléfono móvil sobre la venta de la misma furgoneta blanca con que había secuestrado a Kampusch, la joven se escapó un día del verano boreal de 2006.
Priklopil se suicidó arrojándose debajo de un tren de cercanías el mismo día. Tenía 44 años.
Al igual que Berry y sus compañeras de prisión, Gina DeJesus y Michele Knight, Kampusch también provocó una tormenta mediática y acaparó titulares en todo el mundo.
La joven austríaca ya escribió un libro sobre su experiencia, dio varias entrevistas de televisión y a principios de este año se estrenó una película, "3.096 días", titulada así por el tiempo que pasó encarcelada.
Pero Kampusch parece haber tenido problemas para adaptarse a la vida normal, y ha dicho que se ha "distanciado" de sus padres. Vive sola en Viena con su pez mascota y sus orquídeas y le gusta ver series policiales en la televisión.
También quedó rezagada en su educación. Aunque logró completar sus estudios, comenzó a prepararse para ser orfebre, pero luego abandonó.
En 2011 abrió un hospital de niños en Sri Lanka, financiado con las muchas donaciones que ha recibido y el dinero obtenido de su autobiografía.
Su mejor amiga -dijo en una entrevista con la televisión alemana este año, que fue vista por 4,7 millones de personas- es su peluquera.
"El momento en que soy más feliz es cuando estoy sentada en la silla y ella me está peinando", dijo con su vocecita.
"Trato de tomarme casi todos los días de una manera positiva, para hacer frente a lo que me pasó", dijo.
"A la juventud despreocupada es algo que nunca voy a ser capaz de regresar. Lo que me ayuda ahora es comunicarme con otras personas y que esas personas compartan conmigo experiencias de su juventud".
Kampusch también ha hablado de sus sentimientos encontrados sobre Priklopil, y contó que lloró cuando se enteró de que estaba muerto.
"Con mi huida, no sólo me liberé de mi torturador. También perdí a alguien que estuvo, inevitablemente, muy cerca mío", escribió en su libro.
Kampusch dijo que Priklopil, "el hombre que me golpeó, me encerró en el sótano y me dejó casi morir de hambre, quería ser abrazado".
Historia de altos contrastes
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