A unos kilómetros del palacio de Versalles, Trappes es una comuna de 30.000 habitantes con un desempleo que ronda el 15% (frente a casi el 11% en Francia), enclavada en un departamento rico. En 2010, la mitad de sus familias vivían con menos de 13.400 euros anuales, cuando la media es de 25.000 euros en la zona aledaña.
"Lo ocurrido es de una banalidad terrorífica: es una ciudad que acumula los problemas y donde la gente tiene un profundo sentimiento de abandono", señala el sociólogo Michel Kokoreff.
Con el telón de fondo de esa "desesperanza", varios cientos de personas se manifestaron violentamente el viernes por la noche, atacando la comisaría de la localidad, quemando vehículos y destruyendo paradas de autobús. La noche siguiente, volvieron a registrarse disturbios esporádicos.
Los manifestantes protestaban por la detención la víspera de un hombre durante un control de identidad de su esposa, que vestía el velo integral islámico.
"Cada vez que hay violencia urbana, hay una relación con una operación de la policía", acota Véronique Le Gloaziou, especialista en temas de violencia barrial. "Eso demuestra hasta qué punto son problemáticas las relaciones entre los habitantes de los barrios populares y la policía". Lo que más crispa esas relaciones son los controles de identidad, que los "habitantes sienten a menudo como una vejación", agrega la socióloga.Según una investigación realizada en 2009, en Francia un negro tiene entre 3 y 11 veces más posibilidades de ser controlado por la policía que un blanco y un magrebí, entre 2 y 15 veces más.
En esa trama, que se repite regularmente, como en los violentos disturbios registrados en la periferia de París durante tres semanas en 2005, los expertos señalan esta vez "un elemento singular": el control que originó la cólera concernía a una mujer totalmente cubierta por el velo integral islámico, un atavío ilegal en Francia en los espacios públicos desde abril de 2011.
"Las tensiones se desplazan al terreno del islam, lo que traduce una crispación general sobre ese asunto", según Kokoreff.
-- Movimientos religiosos que "se nutren de las desigualdades" --
Para la antropóloga Dounia Bouzar, autora del libro 'La República o la burqa', se registra en Francia "desde hace unos años un sentimiento creciente de persecución" cruzada entre "no musulmanes que tienen la impresión de que el islam impone sus normas y de musulmanes que tienen la impresión de que serán estigmatizados siempre".En ese contexto, emergieron los movimientos radicales. Tal es el caso en Trappes, localidad con una fuerte población musulmana. "Esos nuevos movimientos religiosos se nutren de las desigualdades y las frustraciones. Cuando las personas tienen el sentimiento de no tener un lugar en la sociedad, el discurso salafista cambia diametralmente su percepción, dándoles un sentimiento de omnipotencia", explica Bouzar.
No obstante, esos movimientos son minoritarios. Entre los tres jóvenes juzgados el lunes vía procedimiento de urgencia por los disturbios del fin de semana, uno solo, un francés convertido hace tres meses, llevaba la barba de rigor entre los islamistas.
Pero muchos musulmanes que disienten de las concepciones rigurosas del islam y no apoyan la utilización de la burqa "se alían (con los salafistas) porque hay muchas agresiones contra los musulmanes", agrega Bouzar.
Según el Observatorio de la Islamofobia, los actos antimusulmanes (pintadas, degradación de mezquitas, agresiones verbales o físicas a mujeres con velo) aumentaron un 28% en Francia en 2012.
Los dirigentes religiosos musulmanes piden desde hace meses al Estado francés que denuncie esas agresiones. El miércoles pasado, el ministro del Interior, Manuel Valls, pareció escucharlos. Durante una visita a la Gran Mezquita de París, denunció el "aumento de la violencia" contra esa comunidad.Pero no es seguro que eso baste. En los suburbios, "hay un contexto social (pobreza, desempleo), legal (la ley contra el velo integral) y de relaciones (con la policía) explosivo", considera Véronique Le Gloaziou.
AFP
No hay comentarios:
Publicar un comentario