El Festival Richard Wagner de Bayreuth abrió con un "Holandés errante" en formato ampliado, a modo de tarta de cumpleaños por el bicentenario del compositor y con la elite alemana volcada en revalidar el culto al genio.
Christian Thielemann, a la batuta, y un holandés -Samuel You- de hotel en hotel en busca del beso redentor de la mujer amada protagonizaron la apertura del templo wagneriano, en una gala excepcionalmente transmitida en salas de cines de toda Alemania.La producción de Jan Philipp Gloger, estrenada en 2012, era una reposición a modo de preámbulo del acontecimiento de la temporada: el estreno mañana del transgresor "Anillo del Nibelungo" de Frank Castorf, que se someterá al juicio sumario de Bayreuth.
La canto del Holandés se extendió, a través del cine, más allá de la Verde Colina, aunque por supuesto Bayreuth siguió siendo la cita más obligada de este Año Wagner en que se conmemora el bicentenario de su nacimiento, el 22 de mayo de 1813.
La apertura de Bayreuth es un "quién es quién" de la clase política y la farándula alemanas, mezcladas con wagnerianos llegados de todo el mundo a la ciudad de provincias bávara donde el compositor levantó su teatro en 1872 y donde siguen escuchándose únicamente sus óperas.
La canciller, Angela Merkel, apareció radiante con chaqueta y falda larga azul bajo el sol bávaro y feliz como siempre que llega a Bayreuth, no sólo por su fervor a Wagner, sino también porque hoy empiezan tradicionalmente sus vacaciones.
Junto a la líder alemana acudió a la cita prácticamente su Gobierno en pleno, mezclando la caravana de coches oficiales con una amalgama de líderes y famosos locales, aristócratas y algún que otro individuo estrafalario.
Merkel está entre los devotos desde antes de ser canciller y acude cada temporada con su esposo Joachim Sauer, a quien en el pasado se le apodó "el fantasma de la ópera", porque apenas se dejaba ver más que en Bayreuth, aunque ahora sea casi tan mediático como su mujer.
El matrimonio Merkel-Sauer es tan asiduo como el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, solo o con su pareja, Michael Kronz, el hombre de negocios con quien comparte su vida desde 2004.
Entre los neófitos estaba el presidente del país, Joachim Gauck, pastor protestante crecido en la Alemania comunista, como Merkel, y acompañado de Daniela Schard, su compañera desde hace una década.
Los centenares de vecinos de Bayreuth que suben hasta la Verde Colina a curiosear o fotografiarse aclaman con fervor tanto a la canciller como a la plana mayor de la política local bávara.
Y explican al visitante quién es el apuesto señor que desde hace años acompaña a Westerwelle; "Su marido, muy guapo", dice Gundula Meese, de 73 años, a un japonés que balbucea algo en alemán.
"El año pasado el Doctor Sauer vino con uno de sus hijos", sigue la bayreuthiana, que aclara al japonés que Merkel no lleva el apellido de su actual esposo, sino del primero, y que no tiene hijos propios, pero en cambio Sauer sí: "dos", remarca con los dedos.
"El público de Bayreuth no es conservador", defendía hoy Katharina Wagner, biznieta del compositor y codirectora, junto a su hermana Eva Wagner-Pasquier, del festival.
La descendiente del compositor confía en que el templo wagneriano, etiquetado de tradicionalista pero donde se han puesto en escena producciones rompedoras, "entenderá" el "Anillo" de Castorf, que lleva la tetralogía a ámbitos petroleros.
La nueva producción, dirigida por Kirill Petrenko y con diseño escénico de Aleksandar Denic, es la reválida para las Wagner, que aspiran a seguir en el cargo más allá de 2015, año en que expira su mandato, pero que hasta ahora no han logrado ningún gran éxito.
Se trata del "Anillo" número 14 que se estrena en Bayreuth, desde la primera edición del festival, en 1876. El listón más alto lo pusieron en 1976 Patrice Chereau y Pierre Boulez, con una tetralogía que arrancó entre abucheos y acabó como pieza de culto en Bayreuth.
Ninguna de sus sucesores -Peter Hall, Harry Kupfer, Alfred Kirchner, Jürgen Flimm y Trankred Dorsts- repitió éxito.
A Castorf, director de la Volksbühne del antiguo sector este berlinés desde hace dos décadas, le espera un público exigente, que disfruta abucheando a los astros escénicos -sobre todo si son "nuevos" en la casa- y aplaudiendo a rabiar al coro y la orquesta locales.
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