Los aplausos y bravos han sido la tónica desde el primer minuto del
concierto, para el que ha tenido que disponerse, con buena parte del
público ya acomodado, una fila adicional de sillas para sentar a los
invitados a la gala.
"Estoy desde esta mañana un poco nervioso porque fue este mismo
camerino el que ocupé durante dos meses para 'L'Incoronazione di Poppea'
-2010- y también fue aquí donde hice un pequeño papel hace 14 años
-Alecto en "Celos aún del aire matan"- y he vuelto para un recital y
siempre ha sido un gran éxito. A ver qué pasa esta noche", confesaba poco antes de salir a escena.
La excitación, la electricidad que Jarousski, dueño de una voz que cruza el género para detenerse naturalmente en un sonido a medias entre el niño y la mujer, sentía en el aire del Real antes de empezar se ha materializado en la potencia del entusiasmo que ha levantado entre el público, al que ha obsequiado con tres bises.
En su cuarta vez en el Real, la primera vez que lo hacía con su grupo, Jaroussky (Maisons Laffite, 1978) ha querido traer "un trabajo muy preciso e intenso", el mismo que ya ha interpretado en doce ocasiones anteriores en su gira mundial, cuatro de ellas en España.
No es un concierto de un solista sino "de cámara, que logra sus momentos mágicos gracias "a la conjunción de todos", dedicado en su integridad a obras de su querido Vivaldi, con piezas de su ultimo disco, "Pietá. Sacred Works", en la primera parte, y, en la segunda, arias que hacía cinco años que no interpretaba.
Aunque lo habitual es que los artistas dediquen sus conciertos a su último trabajo, él no quería que fuera todo de "Pietá" porque la música de iglesia "es casi demasiado íntima" y además quería "testar" con el público "cómo se ha transformado" su voz en estos últimos años interpretando arias tan conocidas como "Vedro con mio diletto".
Su voz, ha asegurado, ha cambiado "un poquito", se ha hecho más grave que la que los espectadores del Real escucharon en "L'Incoronazione di Poppea", que era "más sopranista",
"He querido poner mi voz más en el cuerpo, simplificarla, expresar la poesía, la música, de forma más simple, más natural, porque cuando la dramatizo no se abre igual. Quiero sentir que las cosas vienen de algo muy profundo. Cuando eres joven quieres probar el virtuosismo, pero ahora es peligroso", precisa.
El intérprete, dueño de coloraturas perfectas, un gran fiato y timbre bellisimo, quiere ser "lo más honesto y simple posible, no buscar el fuego de artificio. Quiero tocar el alma más que impresionar".
El concierto se ha abierto con la interpretación del homogéneo y potente Ensemble Artaserse de Sinfonía para cuerdas y bajo continuo, RV192, para seguir inmediatamente, sin esperar al aplauso, con el "Stabat Mater", RV621, el allegro del concierto en Re mayor para arcos y clave, RV123, y el motete "Longe mala, umbrae, terrores", RV629, una pieza muy operística debido a su dramatismo.
La segunda parte, iniciada con el allegro de la Sinfonía para cuerdas y bajo continuo de Do mayor, RV116, ha sido el momento de las arias "Se in ogni guardo", de "Orlando finto pazzo", "Vedro con mio diletto", de "Giustino", y "Mentre dormi" y "Gemo in un punto e fremo" de "L'Olimpiade".
La excitación, la electricidad que Jarousski, dueño de una voz que cruza el género para detenerse naturalmente en un sonido a medias entre el niño y la mujer, sentía en el aire del Real antes de empezar se ha materializado en la potencia del entusiasmo que ha levantado entre el público, al que ha obsequiado con tres bises.
En su cuarta vez en el Real, la primera vez que lo hacía con su grupo, Jaroussky (Maisons Laffite, 1978) ha querido traer "un trabajo muy preciso e intenso", el mismo que ya ha interpretado en doce ocasiones anteriores en su gira mundial, cuatro de ellas en España.
No es un concierto de un solista sino "de cámara, que logra sus momentos mágicos gracias "a la conjunción de todos", dedicado en su integridad a obras de su querido Vivaldi, con piezas de su ultimo disco, "Pietá. Sacred Works", en la primera parte, y, en la segunda, arias que hacía cinco años que no interpretaba.
Aunque lo habitual es que los artistas dediquen sus conciertos a su último trabajo, él no quería que fuera todo de "Pietá" porque la música de iglesia "es casi demasiado íntima" y además quería "testar" con el público "cómo se ha transformado" su voz en estos últimos años interpretando arias tan conocidas como "Vedro con mio diletto".
Su voz, ha asegurado, ha cambiado "un poquito", se ha hecho más grave que la que los espectadores del Real escucharon en "L'Incoronazione di Poppea", que era "más sopranista",
"He querido poner mi voz más en el cuerpo, simplificarla, expresar la poesía, la música, de forma más simple, más natural, porque cuando la dramatizo no se abre igual. Quiero sentir que las cosas vienen de algo muy profundo. Cuando eres joven quieres probar el virtuosismo, pero ahora es peligroso", precisa.
El intérprete, dueño de coloraturas perfectas, un gran fiato y timbre bellisimo, quiere ser "lo más honesto y simple posible, no buscar el fuego de artificio. Quiero tocar el alma más que impresionar".
El concierto se ha abierto con la interpretación del homogéneo y potente Ensemble Artaserse de Sinfonía para cuerdas y bajo continuo, RV192, para seguir inmediatamente, sin esperar al aplauso, con el "Stabat Mater", RV621, el allegro del concierto en Re mayor para arcos y clave, RV123, y el motete "Longe mala, umbrae, terrores", RV629, una pieza muy operística debido a su dramatismo.
La segunda parte, iniciada con el allegro de la Sinfonía para cuerdas y bajo continuo de Do mayor, RV116, ha sido el momento de las arias "Se in ogni guardo", de "Orlando finto pazzo", "Vedro con mio diletto", de "Giustino", y "Mentre dormi" y "Gemo in un punto e fremo" de "L'Olimpiade".
Ante la gran ovación del público,
al que ha hecho reír con sus explicaciones en español de lo que iba a
interpretar, ha cantado de la ópera "Il Giustino" el aria "Sento in seno
ch'in pioggia di lacrime"; de "Argippo", "Se lento ancora il fulmine", y
para terminar el fulgurante "Cum Dederit", del "Nisi Dominus".
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