Para mí la pasión son los caballos, la música y las mujeres", decía en la cima de la gloria Manitas de Plata, guitarrista gitano de fama mundial fallecido el miércoles a los 93 años.
Virtuoso del flamenco, dejó una impresionante discografía de más de 80 álbumes que totalizan 93 millones de ejemplares vendidos.
Los puristas de la guitarra comparan el nivel de su arte al de un Django Reihnardt, el rey del jazz gitano fallecido varios años antes de que Manitas de Plata alcanzara su deslumbrante fama.
Su principal oficio era la cría de caballos, heredado de su padre, que vivía en la casa rodante donde nació Manitas en 1921, en Sète, bajo el nombre de Ricardo Baliardo. El joven tuvo una manada a su cargo.
Fue su tío quien le puso el apodo profesional que le acompañó a lo largo de toda la vida y quien lo alentó a dedicarse a la guitarra.
Su virtuosismo se revela a principios de los años 1960, durante las reuniones de Saintes Marie de la Mer, la gran cita gitana en la Camargue.
Admirador de Georges Brassens, amigo de Picasso, Cocteau y Brigitte Bardot, del torero Manuel Benítez y del fotógrafo Lucien Clergue de Arles, que le aconseja ir a tocar a Nueva York.
Pero Manitas de Plata no era fácil de convencer y tenía miedo al avión. Finalmente un equipo norteamericano con 700 kilos de material de grabación desplaza un estudio de sonido a Arles para tres días de grabaciones.
El resultado son tres discos que causan furor en Estados Unidos. Lo cual termina convenciendo a Manitas de Plata de embarcarse a fines de 1965 en el transatlántico France con destino a Nueva York, donde triunfa en el Carnegie Hall.
Allí tocó en 14 oportunidades y su primer concierto en Manhattan quedó imborrable como uno de los mejores recuerdos de su vida.
Londres lo recibió 11 veces en el Royal Albert Hall.
Sus giras cosecharon ovaciones en los principales teatros del mundo.
Lucien Clergue le dedicó en 1970 un documental para la televisión, "Manitas de Plata, príncipe de Camargue". Allí se lo ve junto a Mahalia Jackson, Salvador Dalí y Picasso, a quien llamaba "Papá". Según el pintor español, Manitas valía más que el.
De niño, Manitas no fue a la escuela. Hasta el día de su muerte, no supo leer ni escribir: firmaba sus autógrafos escribiendo con torpes mayúsculas. Y se hizo famoso como músico sin saber leer una partitura.
Luciendo anillos de oro, trajes impecables, zapatos bicolor y gemelos con diamantes, frecuentaba a menudo los casinos, se desplazaba en automóviles deportivos y conservaba el dinero en cajas de lata en lugar de invertirlo en la bolsa.
Todo lo que ganaba el virtuoso gitano se gastaba en mantener a su "tribu", siendo durante mucho tiempo sostén de cerca de 80 personas, mujeres, niños, tíos y sobrinos.
Su pasión por las mujeres -le gustaba rodearse de criaturas despampanantes- le hizo admitir sonriendo "varias esposas ilegítimas". Manitas de Plata, que salía de levante por las ciudades del sur de Francia al volante de su Rolls Royce abollado, reconoció haber tenido "entre 24 y 28 hijos", de los cuales formalmente reconoció a "por lo menos 13".
A medida que envejeció sus actuaciones en público se volvieron menos frecuentes.
Para sus 90 años, en agosto de 2011, confió que ya casi no tocaba la guitarra, aunque sus siete guitarristas seguían rodeándolo.
"Toqué con el corazón y siempre viví al día", confió el artista a la AFP mientras fumaba un cigarrillo. Y reiteró su definición de la pasión, que al final ya se limitaba a "la música y las mujeres", en ese orden.
Manitas de Plata murió por la noche, rodeado de los suyos, en la casa de salud donde residía desde agosto pasado.
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