El patrullero fronterizo detiene el coche en la cima de una colina, del lado estadounidense, y señala hacia un barrio popular de la ciudad mexicana de Tijuana, separada de California por un muro que, según activistas, ha causado la muerte a 10.000 personas.
"Generaciones de traficantes han vivido en esta zona", dice Timothy Hamill, agente de la patrulla fronteriza de San Diego (sur de California), durante un recorrido con periodistas de AFP a lo largo de varios kilómetros de frontera.
Desde la despoblada colina estadounidense, en una carretera que corre a lo largo de la valla divisoria, se escucha el canto de los gallos mexicanos. Al fondo se ven las casas humildes del barrio tijuanense Colonia Libertad, apretujadas contra la valla que usan para ahorrarse una pared.
Al norte de esta valla, vastas extensiones de paisaje desértico son recorridas por agentes estadounidenses, iluminadas por luces de estadio y observadas por 59 cámaras diurnas y nocturnas desde 14 torres de vigilancia, solamente en el sector de 96 Km de San Diego.
En este segmento, donde está el paso fronterizo más transitado del mundo -el de San Ysidro-, hace sólo 20 años los inmigrantes pasaban con toda facilidad: unos distraían a los patrulleros mientras otros cruzaban a sus espaldas.
Alambre de cuchillas
Pero a principios de los 90 se erigió una valla de acero de 2,5 metros y, a finales de esa década, otros sectores fueron reforzados con una barrera secundaria, más alta y coronada por un alambre de cuchillas.
Desde que comenzó a erigirse la valla, dice el agente Hamill, las detenciones de personas que cruzan ilegalmente bajaron de 500.000 anuales en los años 90, a cerca de 28.000 el año pasado, sólo en San Diego. Además, las incautaciones de marihuana, cocaína y metanfetamina aumentaron 65% desde 2005.
Pero a nivel migratorio, el problema es tan espinoso como los 20 Km de cuchillas encimados a la valla secundaria. O muro, según sus detractores.
"Antes de que construyeran el muro, morían una o dos personas por mes. Desde que lo construyeron, mueren una o dos por día", dice el activista de derechos humanos Enrique Morones.
"Ese muro ha causado 10.000 muertes" desde 1994 a nivel nacional, añade el líder de la ONG Border Angels, que entre otras cosas disemina botellas de agua en el desierto. "El muro no los para. El muro sólo los demora".
Morones muestra un libro artesanal de varios centímetros de espesor donde tiene anotados los nombres de las víctimas. Luego regala botellas de agua a los periodistas de AFP. "Es una costumbre. Soy el hombre del agua", sonríe.
Si bien las cifras de la Patrulla Fronteriza son más conservadoras -5.570 muertes entre 1998 y 2012-, también dan cuenta de un notorio incremento en la cantidad de personas fallecidas en el camino: de 263 en 1998, a 463 en 2012.
Actualmente, la valla parte desde la costa y se mete 74 Km hacia el este en el área de San Diego. En total, cerca de dos tercios de los 3.200 Km de frontera que comparten Estados Unidos y México, están cercados.
Patrón de los inmigrantes
El resto está dividido por defensas naturales: desiertos, montañas, ríos. Ahí es donde mueren los empecinados invasores del sur, quienes en lugar de renunciar a cruzar al "Otro Lado" -que en mexicano significa Estados Unidos-, se encomiendan al patrón de los inmigrantes Santo Toribio Romo y echan a andar.
Para no perderse en una caminata de varios días y bajo condiciones extremas, los inmigrantes pagan miles de dólares a los traficantes de personas, conocidos como "coyotes", y arriesgan su vida y las de sus familiares en el proceso.
"Lidiamos con ambos tipos de organizaciones criminales transnacionales: las que trafican drogas y las que trafican con personas", dice el portavoz Hamill.
Hablando en particular de los coyotes, agrega con indignación: "Esas organizaciones criminales dejan abandonada en el camino a la gente que no puede seguir el paso. (...) No la miran como gente sino como lucro".
Indocumentados que han charlado con la AFP cuentan haber visto osamentas humanas en la ruta.
Un mexicano de 38 años que no quiere identificarse dice haber perdido la cuenta de las veces que cruzó, rodeando la valla o saltándola: "Yo ese muro me lo conozco por arriba, por abajo y por los lados".
Pero, para evitar el riesgo, desde hace cinco o seis años este mecánico del norte de México comenzó a usar documentos falsos cada vez que quería visitar a su hijo pequeño en Los Ángeles, hasta que decidió quedarse hace dos años.
Otro de los 11 millones de indocumentados en el país es Tomás, que espera frente a una sucursal de la tienda de artículos de construcción Home Depot a que un "güero" (gringo) lo contrate unas horas.
"Mientras Estados Unidos necesite la mano obrera de los latinos, siempre va a haber la forma de pasar el muro", dice a la AFP el mexicano de 35 años, que lleva 16 viviendo en el Otro Lado.
Y ríe a pata suelta cuando se le pregunta si la valla es un disuasivo para él: "Ese muro nomás lo ponen por ponerlo".
"Generaciones de traficantes han vivido en esta zona", dice Timothy Hamill, agente de la patrulla fronteriza de San Diego (sur de California), durante un recorrido con periodistas de AFP a lo largo de varios kilómetros de frontera.
Desde la despoblada colina estadounidense, en una carretera que corre a lo largo de la valla divisoria, se escucha el canto de los gallos mexicanos. Al fondo se ven las casas humildes del barrio tijuanense Colonia Libertad, apretujadas contra la valla que usan para ahorrarse una pared.
Al norte de esta valla, vastas extensiones de paisaje desértico son recorridas por agentes estadounidenses, iluminadas por luces de estadio y observadas por 59 cámaras diurnas y nocturnas desde 14 torres de vigilancia, solamente en el sector de 96 Km de San Diego.
En este segmento, donde está el paso fronterizo más transitado del mundo -el de San Ysidro-, hace sólo 20 años los inmigrantes pasaban con toda facilidad: unos distraían a los patrulleros mientras otros cruzaban a sus espaldas.
Alambre de cuchillas
Desde que comenzó a erigirse la valla, dice el agente Hamill, las detenciones de personas que cruzan ilegalmente bajaron de 500.000 anuales en los años 90, a cerca de 28.000 el año pasado, sólo en San Diego. Además, las incautaciones de marihuana, cocaína y metanfetamina aumentaron 65% desde 2005.
Pero a nivel migratorio, el problema es tan espinoso como los 20 Km de cuchillas encimados a la valla secundaria. O muro, según sus detractores.
"Antes de que construyeran el muro, morían una o dos personas por mes. Desde que lo construyeron, mueren una o dos por día", dice el activista de derechos humanos Enrique Morones.
"Ese muro ha causado 10.000 muertes" desde 1994 a nivel nacional, añade el líder de la ONG Border Angels, que entre otras cosas disemina botellas de agua en el desierto. "El muro no los para. El muro sólo los demora".
Morones muestra un libro artesanal de varios centímetros de espesor donde tiene anotados los nombres de las víctimas. Luego regala botellas de agua a los periodistas de AFP. "Es una costumbre. Soy el hombre del agua", sonríe.
Si bien las cifras de la Patrulla Fronteriza son más conservadoras -5.570 muertes entre 1998 y 2012-, también dan cuenta de un notorio incremento en la cantidad de personas fallecidas en el camino: de 263 en 1998, a 463 en 2012.
Actualmente, la valla parte desde la costa y se mete 74 Km hacia el este en el área de San Diego. En total, cerca de dos tercios de los 3.200 Km de frontera que comparten Estados Unidos y México, están cercados.
Patrón de los inmigrantes
El resto está dividido por defensas naturales: desiertos, montañas, ríos. Ahí es donde mueren los empecinados invasores del sur, quienes en lugar de renunciar a cruzar al "Otro Lado" -que en mexicano significa Estados Unidos-, se encomiendan al patrón de los inmigrantes Santo Toribio Romo y echan a andar.
Para no perderse en una caminata de varios días y bajo condiciones extremas, los inmigrantes pagan miles de dólares a los traficantes de personas, conocidos como "coyotes", y arriesgan su vida y las de sus familiares en el proceso.
Hablando en particular de los coyotes, agrega con indignación: "Esas organizaciones criminales dejan abandonada en el camino a la gente que no puede seguir el paso. (...) No la miran como gente sino como lucro".
Indocumentados que han charlado con la AFP cuentan haber visto osamentas humanas en la ruta.
Un mexicano de 38 años que no quiere identificarse dice haber perdido la cuenta de las veces que cruzó, rodeando la valla o saltándola: "Yo ese muro me lo conozco por arriba, por abajo y por los lados".
El patrullero fronterizo detiene el coche en la cima de una colina, del lado estadounidense, y señala hacia un barrio popular de la ciudad mexicana de Tijuana, separada de California por un muro que, según activistas, ha causado la muerte a 10.000 personas. |
Otro de los 11 millones de indocumentados en el país es Tomás, que espera frente a una sucursal de la tienda de artículos de construcción Home Depot a que un "güero" (gringo) lo contrate unas horas.
"Mientras Estados Unidos necesite la mano obrera de los latinos, siempre va a haber la forma de pasar el muro", dice a la AFP el mexicano de 35 años, que lleva 16 viviendo en el Otro Lado.
Y ríe a pata suelta cuando se le pregunta si la valla es un disuasivo para él: "Ese muro nomás lo ponen por ponerlo".
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